Atrincherado en el banco los veo llegar. La Piazza está a rebosar. Tarareando la melodía incrustada en mí cabeza intento imaginar de donde serán los siguientes. Estos me lo han puesto fácil... Su ropa los delata, bermudas y camisa hawaiana. Con las mejillas teñidas de rojo y la ropa empapada no ven el momento de llegar a la meta.
El espectáculo está servido. Voy sacando las palomitas mientras discuten cuál de los dos será el primero en saciar su sed. El de la gorra se contorsiona caño abajo y acaba empapado hasta las cejas. No puedo contenerme y rompo a reír. Justo cuando creo que lo mejor está por venir, el segundo tapa el agujero inferior del caño y del grifo narigudo brota un fino chorro hacia arriba. Ahora son ellos los que se ríen.
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