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  • Foto del escritorCarmen Nevado LLandres

Cada cual hasta la muerte, tiene que aguantar su suerte



Sabía que caerían sobre mí…Supe que no tenía escapatoria. Una mano empezó a desnudarme. Me quitó la gabardina y arrancó mi bigote. Después de seccionarme el cuello, terminé balanceándome en un colchón húmedo y blando, donde acabé aplastado por un ejercito de marfil. Ahora mis restos han acabado en un túnel hediondo. Es lo que tiene ser el más gordo de la bandeja.

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